Muchas veces nos perdemos a nosotros mismos, por querer algo de inmediato. Existe esa compulsión por la recompensa. La inmediatez por querer algo crea apego por el solo hecho de disfrutarlo en el momento y un segundo después perderlo. Estamos tan acostumbrados de querer satisfacer las necesidades inmediatas sin querer pasar por caja o pagar el precio completo de la situación que nos atañe.
El deseo intenso se origina del pequeño yo. Crea una situación de un bucle sin salida, en donde nos sentimos atrapados por satisfacer el deseo. Llámese de dinero, o sexual, o cualquier recompensa emocional que estamos dispuestos a sacrificar cualquier cosa con tal de llegar a conseguirlo.
Esta locura, es por falta de amor propio, falta de autoestima, y el respeto a nuestra propia vida. Las cosas en el mundo no se consiguen deseando de tal manera que me lo den de manera inmediata. Todo deseo aunque sea intenso tiene que procurar el bienestar de los demás para que traiga integridad, paz, amor hacia los demás. Ya hemos sido testigos de los deseos que solo procuran el ganar a costa de perder algo a cambio. Son logros que nos saben a sabor amargo, un sabor agridulce, siempre lleva sacrificio, dolor y mucha culpa.
Es por ello que tarde o temprano estarás en este bucle del deseo o siempre lo estarás. El deseo es una energía y como tal cuando es negativa nos atrapa y nos sentimos atraídos por ella porque conlleva una recompensa inmediata, que cuando se cumple se siente muy poco o nada.
Cuando el deseo procura el bienestar de los demás entonces se vuelve un vehículo para la realización. Hay que dejar bien claro que lo único que nos atrapa a los deseos es el apego que tenemos hacia ellos. Es muy claro que queremos que se cumplan todos, y nos desesperamos para que eso ocurra de múltiples maneras.
Al final queda claro que hay que soltar los deseos, porque cuando más deseamos su realización más ponemos resistencia a eso que ocurra.
Soltar es estar de acuerdo de que si sucede está bien y si no, también. No se trata de vivir encarcelados con los deseos, sino que se trata de disfrutar más la vida. Siempre estamos al límite en nuestras vidas, siempre estamos reviviendo el pasado y proyectando un futuro en el ahora.
Vivimos en un mundo mental de forma continua sin acordarnos del contexto que nos rodea, siempre estamos viviendo en el contenido de la mente, escuchando parlotear de miles de temas y estamos de acuerdo de siempre con ella, tanto así, que nos identificamos con la mente llamándole <<yo>>. Este yo que se crea a través de los múltiples pensamientos es lo que se le llama (ego) que no es más programas o creencias que hemos adoptado a lo largo de la vida, pero que se intensificado en la mente por creer que somos ella.
Así sucesivamente se crea una personalidad que se alimenta con los deseos, pero que exige siempre el placer del momento, y que cuando no se le da le hecha la culpa al mundo, o busca señalar con el dedo a todo aquel que no esté de acuerdo con él.
Estamos ante un programa que nos ha contaminado a lo largo de nuestras vidas, ya es hora de dejarla ir, y descubrir realmente lo que somos en realidad.
La esencia de la vida solo busca ser recordada y una vez hecho esto se descubre como caen los programas mismos que hemos adoptado.
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